Captura de Otoniel, el capo más buscado en Colombia, no cambia la ecuación del narcotráfico ni asegura justicia para sus víctimas.
Para capturar al hombre más buscado de Colombia fueron necesarios 150 policías de inteligencia, 500 miembros del ejército, 22 helicópteros, la cooperación de agencias de inteligencia de Estados Unidos y Reino Unido y dejo un policía muerto.
Dairo Antonio Úsuga David, mejor conocido por su alias «Otoniel», fue aprendido el sábado en un cambuche cubierto con una carpa de camuflaje en el Cerro de Yokí, cerca de la población de Necoclí, departamento de Antioquia, al noroccidente de Colombia.
Por su captura se ofrecían dos recompensas: US$800.000 del gobierno de Colombia y US$5 millones de EE.UU., que hoy espera su extradición para juzgarlo por delitos de narcotráfico.
Pero Otoniel, de 50 años, no es sólo un poderoso narcotraficante, jefe del temido Clan del Golfo, que hoy controla cerca de 200 municipios del país (22% del total), sino que además es autor de masacres, desplazamientos, secuestros, violaciones.
Mientras el gobierno de Colombia celebra su captura y el presidente Iván Duque la califica como «el golpe más duro que se le ha propinado al narcotráfico en este siglo en nuestro país» y un golpe que «marca el final del Clan del Golfo», surgen dos preguntas:
¿La captura de Otoniel significa realmente el fin del Clan del Golfo, máximo responsable hoy de la exportación de cocaína desde Colombia? ¿Traerá su extradición justicia para sus miles de víctimas?
La captura del criminal más buscado del país por los últimos 10 años es un éxito por donde se le mire, pero no se cree que la captura de Otoniel signifique necesariamente el fin del Clan del Golfo y mucho menos del narcotráfico en Colombia.
«El mercado de la droga funciona en un mercado internacional donde oferta y demanda juegan un papel determinante, en donde el precio de la cocaína, por más elevado que sea, no hace que los consumidores dejen de buscarla como una droga recreativa y de ocio y que eso a su vez alimente la oferta en lugares en donde el Estado no solo no llega, sino que no provee alternativas
«Desde el punto de vista meramente económico, la captura de Otoniel no es tan significativa por los efectos que tendrá sobre el narcotráfico como tal».
El experto dice que sería «esperanzador» sí Otoniel colabora con las autoridades ya que está en capacidad de desmantelar un cartel, pero todo depende de los incentivos que reciba. Y por ahora «nada sugiere que lo hará».
Considerado como un gran cartel, el Clan del Golfo era conocido inicialmente como los Urabeños, por la región del Urabá donde opera, aunque sus tentáculos se extienden a gran parte del país y más allá (miembros del grupo han sido capturados en Brasil, Argentina, Perú, España y Honduras).
En su núcleo ha estado un clan familiar, los Úsuga, al que no solamente han pertenecido Otoniel y Giovanni sino también varios primos y otros familiares cercanos.
Otoniel tomó el mando del Clan luego de que la policía diera muerte a su hermano Juan de Dios en 2012.
«Se volvieron un eslabón muy importante que despacha droga de Colombia más que todo hacia Centroamérica y Norteamérica en parcería con los cárteles mexicanos que ya digamos en ciertas partes del país están controlando territorio al sur, están entrando y adentrándose a Ecuador y que por supuesto, digamos, los hace responsables de una gran parte de la cocaína que parte de Colombia hacia el mundo», dice.
En contravía de la optimista afirmación del presidente Duque sobre el fin del grupo criminal, medios colombianos informaron este domingo que las autoridades ya saben de los posibles reemplazos de Otoniel en el mando del Clan del Golfo.
El nombre que más suena es el de Jesús Ávila Villadiego, alias Chiquito Malo, que lleva 20 años al lado de Otoniel y está al frente de la producción y comercialización de cocaína del Clan del Golfo en algunas zonas de Antioquia.
Al igual que en el caso de Otoniel, contra Chiquito Malo hay una circular roja de Interpol y un pedido de extradición de EE.UU.
«Hay que recordar que Otoniel también es el heredero de (alias) Giovanni, que era su hermano», afirma Guzmán.
«Otoniel es el heredero que siempre le va a heredar el puesto de este cargo a alguien más. No importa lo que lo que suceda, siempre habrá un vacío de poder que requiere que alguien más lo llene», agrega.
Por su parte Elizabeth Dickinson, analista para Colombia del International Crisis Group, una organización mundial de análisis de conflicto, dice que las dos palabras que más ha escuchado de la gente que vive en los territorios controlados por Otoniel son temor y zozobra.
«Una cosa que hemos visto como un patrón, no sólo con esta organización sino en muchas de crimen organizado y de grupos armados en Colombia, es que cuando hay una captura de alto nivel, el nuevo mando siente que le toca mostrar que él es tan fuerte, capaz de manejar la situación, y eso en muchos casos implica mucha violencia», le dice Dickinson a BBC Mundo sobre las posibles consecuencias de la captura y relevo de Otoniel.
«Asesinatos selectivos, purgas dentro de la propia organización, tal vez violencia en contra de la fuerza pública. Entonces es realmente un período muy peligroso en ese sentido», agrega.
«La gente está realmente aterrorizada esperando una nueva ola de violencia. Es como si esto fuera a reabrir las luchas pasadas y más rupturas dentro de la organización».
Extradición a EE.UU. vs. Justicia para las víctimas
«Otoniel debe ser extraditado a la mayor brevedad. Ese proceso debe ser ágil y una vez cumpla sus condenas por narcotráfico en los EE.UU. deberá responder por todos sus crímenes en Colombia», dijo el presidente Iván Duque en una entrevista publicada este sábado en El Tiempo.
Sin embargo, la extradición de grandes capos de la droga de Colombia a EE.UU. ha dejado a las víctimas esperando justicia.
Para Elizabeth Dickinson la extradición es un caso difícil.
«Claramente los que tienen derecho primero a la justicia son las víctimas colombianas y deben tenerla dentro de un sistema de justicia en Colombia, pero tal vez también hay alguna sensación de que acá no hay garantías durante un proceso judicial», expone.
«Puede ser que la amenaza de mandarlo a EE.UU. también pueda ayudar a sacar un par de informaciones. Seguramente él [Otoniel] no quiere eso, no quiere gastar su vida en una prisión en EE.UU., entonces me imagino es como una ficha en el juego de qué se puede lograr con su captura».